Pequeños o grandes gustos que salen de nuestro lado más oscuro, o, al menos así los sentimos. Los placeres culpables son esas actividades que disfrutamos a puerta cerrada, en soledad; nos acompañan toda nuestra vida dándonos una vía de escape pues nos calman, consuelan, hacen sentir bien y entonces, ¿por qué la culpa? Hoy en U-Storage queremos hacer activismo del placer y despojar de conceptos negativos a todo aquello que nos haga sentir bien y no dañe a nadie: nuestros placeres culpables.
¿Qué son los placeres culpables?
Los placeres culpables son esas pequeñas cosas que disfrutamos, pero que nos avergüenza admitir por miedo a ser juzgados, aún cuando pensemos que no nos debería importar “él qué dirán”. Pueden adoptar muchas formas; desde comer comida chatarra, cantar ciertas canciones, ver reality shows, programas de true crime.
Pero… ¿por qué nos sentimos culpables por algunas de las cosas que nos provocan placer?
Quizás, porque la sociedad nos ha condicionado a creer que sólo debemos disfrutar de las cosas que se consideran aceptables o moralmente virtuosas, que se traducen en ganancia económica o intelectual; quizás tenemos mucho miedo de ser juzgados por nuestras decisiones o, diferenciarnos de forma negativa de los demás.
Sin embargo, aceptar nuestros placeres culpables es beneficioso para nuestra salud mental, pues se tratan de una forma de cuidarnos, apapacharnos y ser amables con nosotros mismos y es que, no nos dejarán mentir; cuando los hacemos nos desestresamos y desconectamos de una forma muy especial y única.
Y sí, estos placeres pueden no ser las opciones más productivas ni saludables, pero no fallan cuando necesitamos con urgencia un respiro de lo estresante que puede ser la vida diaria. Así que hoy en U-Storage hablamos de nuestros placeres culpables y es que ya es hora de que nos liberemos de la culpa y nos concentremos en el placer.
¿Cómo llegó la culpa al placer?
¿Por qué nos sentimos mal de disfrutar unas cosas y otras no? Tal vez, de entrada, el término placer culpable es inapropiado, ¿sentimos culpa o sentimos vergüenza?
La respuesta es mucho más compleja de lo que podríamos pensar pues no es una sola cosa: es una combinación de muchos factores y corrientes de pensamiento que nos han formado y se han incrustado en nosotros de manera histórica, pasando de generación en generación.
La asociación de placer y culpa en las sociedades occidentales está estrechamente vinculada con doctrinas religiosas como el catolicismo que consideraba pecado a la mayoría de las experiencias placenteras, asociándose con la sensualidad y el goce personal. La confesión de esos pecados y el pago de una penitencia para liberarse de ellos es una conducta que muchos de nosotros tenemos grabada con fuego, sin embargo, no es el único pensamiento que refuerza la conexión de la culpa con el placer.
La ética de trabajo protestante
La llamada ética de trabajo protestante también aporta su granito de arena; formada tras la Reforma Protestante, aquí el placer aparece como un distractor que los alejaba del bienestar y la abundancia que podía brindarles la disciplina laboral y ésto significaba, alejarse de Dios. La negación de las necesidades personales es necesaria para alcanzar las metas que uno y la sociedad imponen, el placer es lo que te impide ser exitoso.
¿Qué nos dice el psicoanálisis al respecto?
Más tarde, las corrientes psicoanalíticas de principios del siglo XX hablarían de la lucha del super yo y el ello, de la forma en que el yo media entre ellos pues es necesario que uno no ceda al placer del ello, ¿por qué?
Un poco por lo mismo por lo que el catolicismo y la ética protestante lo hacen: sentir culpa por el placer es esencial dentro de nuestras sociedades, sólo así se alcanza la civilización así que creamos sistemas de apreciación de lo que es aceptable disfrutar y lo que no.
De acuerdo a estos parámetros existe una alta y una baja cultura, y es el disfrute de la segunda la que nos provoca culpa, o vergüenza pues se sale de la norma y romper las reglas siempre nos genera culpa.
El sentido de la culpa en la vida cotidiana
Entonces, si según las reglas de la cultura, un reality no tiene nada que aportarnos salvo placer o morbo por ver y juzgar la vida de los demás, es malo, mejor que te guste un documental, una serie histórica, mejor aún, ponte a estudiar un idioma o a leer un libro, algo que te ayude a cultivarte, a crecer, ¿cierto?
Nos sentimos culpables de que nos guste comer cheetos en lugar de una ensalada, nos avergüenza preferir un capítulo de La Rosa de Guadalupe que un libro y ésto ocurre por que esos gustos rompen con lo que socialmente es visto como “buen gusto” y, ¿qué resulta de ésto?… Culpa.
Y la culpa limita, siempre, aún cuando a veces nos dicen que sentirnos culpables nos puede impulsar a cambiar un lado negativo de nuestra vida, lo cierto es que eso no es así, la culpa realmente no es productiva, mejor aceptar la responsabilidad de nuestros actos y conductas, cambiarlas por que son dañinas para nosotros y para quienes nos rodean, no por culpa.
Sentirnos mal con nosotros mismos no es algo que vaya a contribuir a nuestro crecimiento y menos cuando se trata de sentirnos mal porque disfrutamos de algo que no daña a nadie. Sentirte bien, no es malo, ni autoindulgente, el placer no es un sentimiento del que debamos huir, todo lo contrario.
Rompiendo con la culpa: el activismo del placer
El activismo del placer consiste en combatir la idea opresiva de que el placer no es una parte natural de la vida cotidiana. Se trata de realizar pequeños actos revolucionarios y liberadores hacia nosotros mismos, después de todo, se vale elegir cómo nos hace sentir cada cosa que hacemos, aprender a poner los límites que nosotros consideremos necesarios y dejar de vivir bajo las fronteras que otros nos imponen.
Y no hay mejor momento que el presente para echar abajo la culpa que nos provoca sentir placer, romper con el control que ejerce en la vida de todos.
¡Vivan los caprichos! ¡Viva el goce!
Claro, siempre encontraremos que no podemos hacer toooodo lo que se nos antoje pero, en la medida de lo posible, tenemos que introducir pequeños placeres a todos los días de nuestra vida, no tienen que ser rebuscados, ni ostentosos: un rico chocolate, un nuevo par de zapatos, un día de pinta.
El placer está en liberarse de la culpa del placer
Pero como siempre con moderación, buscando un equilibrio que nos permita estar libres de conductas enfermizas; es tóxico sentir culpa pero también es tóxico no reconocer que hay límites en todo.
Hay que tener mucho cuidado con la forma en que abrazamos el placer pues muchas veces cuando eliminamos los estigmas que teníamos sobre algo, nos excedemos y ésto nos vuelve a llevar el ciclo destructivo de la culpa y la insatisfacción.
En la escuela nos hablaban de no confundir libertad con libertinaje y es necesario recordar esto cuando estamos incorporando al placer sin culpa en nuestras vidas, no se trata de ser hedonista sino de reconocer que sentir placer es parte esencial de la experiencia vital.
La vida es corta y debemos disfrutar de las cosas que nos hacen felices, aunque no sean las opciones más socialmente aceptadas, al final eso es irrelevante cuando se trata de elegir qué hacer para sentirnos relajados, de buenas así que a disfrutar de nuestros deseos y fantasías, es momento de explorarlas, de gozarlas.
¿Qué opinas de dejar de sentirte culpable por pasar todo un fin de semana viendo series y comiendo? En caso de que quieras echarte plácidamente en tu sofá, te dejamos las mejores series para maratonear.